Félix:
He leído tu libro; por deformación profesional, lo vi como una puesta en escena de una producción Teatral.
Tiene un excelente diseño, una muy buena escenografía y un guión atractivo y motivante, manteniendo el modelo aristotélico: presentación, nudo y desenlace.
Sin embargo su valor está en tu relato, que no sólo es historia, no sólo es geografía, no solo es desierto y mar; está preñado de emociones, cada frase, recuerdo y añoranza nada en un mar de emociones que sorprende al lector emotivado leyendo y leyendo…
Tu libro no sólo es un Ojo de Mar, es un Corazón de Mar latiendo y latiendo; por la historia de la República de Cavancha, por el devenir, malvenir, porvenir; de tu tierra-mar, de tu-Madre, de tu Firpo-Padre, de tu Pintacha-hermano.
¡De tu gran Corazón de Mar, que te hace correr la ola, emocionado por el mundo!
¡Emocionadas Felicitaciones!
Guillermo Jorquera M.
6/2/18
OJOS DE MAR, historias de verdad y algo más
PRESENTACIÓN
Ojos de mar, ojos de verdad
El ojo de mar es una afloración de agua de napas subterráneas e Iquique
ha tenido muchos ojos de mar, de aguas marinas o dulces que afloraban en
distintos sectores de la ciudad.
Estuvieron mucho tiempo a la vista, pero a medida que la ciudad empezó a
crecer, con sus flujos económicos e inmobiliarios, más el uso de
la tecnología, fueron cubriéndose para
construir casas y edificios en esos terrenos, verdaderos respiros de la tierra.
Así sucedió con los ojos de mar que existían donde hoy está el Casino, en la ex
Aduana, en el Hotel Terrado, en La Puntilla, en La Cantera, en tantos
otros lugares, todos tapados por el progreso.
Actualmente cuando estos ojos aparecen en los cimientos de las nuevas
construcciones los comprimen con cemento o instalan bombas extractoras para
sacar el agua que aflora permanentemente de las profundidades del
terreno. También existieron ojos de agua dulce en la geografía costera
iquiqueña, proveniente de ríos subterráneos que sirvieron para la
supervivencia de los primeros habitantes del litoral, changos y
navegantes de otros continentes que pasaban por Iquique.
El título de este libro, Ojos de Mar, es una analogía
a la memoria de la ciudad, que surge, que se esconde, que aparece, que se
adecua, que se tapa, pero siempre está presente en los iquiqueños. No
somos nada sin memoria, es parte del substrato de nuestra constitución
morfológica. A veces me imagino que la memoria es como un inmenso
dragón oculto bajo las dunas, que con sus ojos marinos emerge por la
ciudad para recordarnos que estamos hechos de pampa y de sal.
Pero
esta memoria también se hace presente en otros ojos luminosos, ojos de la
tecnología en las pantallas de los computadores o de los celulares, donde se
traman redes que bien utilizadas sirven para comunicarnos con los demás;
comentar el diario vivir, trasmitir lo instantáneo de los acontecimientos,
incluso reflejar emociones con algún emoticón [2].
En estas redes sociales hay diálogos virtuales, escrituras sinceras,
falsedades, usuarios bipolares y soledad megalómana con nicks [3] rebuscados, espirituales,
emocionales, místicos, políticos, sexuales, anárquicos, progresistas,
alharacos, extremistas, radicales, está permitido en la red ponerse el
nombre que uno quiere y ser quien uno quiere ser. Hay mucha cotidianidad,
desvergüenza, chistes, memes [4], descalificaciones, groserías, violencia y
vacuidad, que difiere con la sinceridad e ingenuidad de los menos, que toman
las redes sociales en serio.
El
Facebook, Twitter y Wasap [5] nos embauca y tiraniza por igual
a fuertes y a débiles, aun así, se rescatan de esta conexión mundial a los
buenos de corazón quienes a través de las redes sociales hacen el
bien, ayudan a los demás, solidarizan, se engrandecen, comparten la
vivencias de sus terruños, las anécdotas cotidianas de la infancia para
mantenerse vivos y conectados con otros que piensan y sienten de igual
forma. Vaya la paradoja, son reales en un mundo virtual.
Félix
Manzo Lucic, el autor de Ojos de Mar, hijo de una tradicional y generacional
familia de pescadores cavanchinos [6], ha compartido con sus amigos por
Facebook [7] durante
un buen tiempo sus devenires y recuerdos del Iquique de su infancia, de su
familia y las historias heredadas de su madre, protagonista de muchas de ellas,
como peripecias que le fueron sucediendo a medida que avanzaba la vida.
Dorka -la
madre- siempre contaba las historias vividas junto a sus hermanas, todas
infantes residentes del Asilo de la Infancia [8] en el Iquique de los años 40.
Cuatro hijas y un hijo chilenos dejados en ese hogar por un inmigrante
croata, un viudo que recorría las pampas vendiendo
mercaderías. Así, la madre de Félix con su verdad a cuesta -quizás
discutible para algunos- nos tenía después del lonche [9] tardes enteras narrándonos su devenir en el
orfanato, el trato y el maltrato de las monjas. Era la hermana menor, “la
patitas de bichero” [10], quien tenía el ansiado deseo de conocer algún día
a su único hermano mayor, el yugoslavo Davor, dejado allá por su padre en una
isla de Croacia.
Su
casa, el hogar de un pescador cavanchino en la Villa Olímpica [11], siempre con la mesa dispuesta para la
parentela, quienes domingos y festivos llegaban en masa, doce, quince, a comer
pescados y mariscos fresquitos recién traídos por el Firpo, su esposo y que
preparaba con el mejor aliño, el amor, disimulando el gran sufrimiento de
perder a su hijo menor arrebatado por el mar [12], que no se lo devolvió, mientras a ella las
enfermedades le acortaban la vida, la vista y el caminar. A pesar de ello,
siempre tuvo una sonrisa, fue el alma de la mesa, la alegría resciliente.
Escribiendo
estas líneas me acuerdo que no pudimos concretar grabarle sus vivencias para
publicarlas en un libro, que hasta título le teníamos puesto “Las
verídicas historias de la hija del inmigrante”. Pero
cumplimos uno de sus sueños póstumos; fuimos a Hvar (Croacia) la isla-paraíso, percibimos
la fragancia de la lavanda, comimos el pan del horno de la descendencia
Lucic-Dragicevic [13],
visitamos la tumba de su hermano Davor y vimos todas las cartas y fotos que
ella siempre les envió desde Iquique que allá y acá se traducían.
Estas historias
escritas y narradas por Félix como anécdotas son catárticas, subliman las penas
y los dolores de las pérdidas de Dorka y Mauricio. Son en gran parte
recuerdos cotidianos de su biografía entrelazados junto a los recuerdos de las
narraciones de su madre, que cerrarán este círculo inconcluso de raptos marinos
y de finales diabéticos.
Dejo en
claro que publicarlas no fue idea del autor de las treinta historias que
constituyen el libro, nunca se lo propuso, eran parte de su intimidad familiar
que compartía con amistades. Asumo que fue mi propuesta terapéutica y
patrimonial, porque sé que al plasmarlas en papel, ilustrarlas y entregarlas a
la comunidad les va a hacer bien a la familia nuclear, por ende, a los
iquiqueños en cuanto a patrimonio e identidad. Sé que la vida del
ayer no será presente hoy, pero el volver a recordar ese Cavancha de
pescadores, de las playas apacibles, a surcar los mares en faluchos, a
comer el pescado fresco del día, acordarnos de las tiendas del Centro, de los
boliches, del Liceo, de los asilos, será encontrarnos con la iquiqueñez.
Para
terminar quiero subrayar que el valor intrínseco de este libro no es la prosa,
ni la poesía, no es la escritura, ni el estilo literario; son las
emociones. Es puro corazón que aflora como el agua de un ojo de
mar, que aflora desde lo cotidiano, de lo popular, de lo anecdótico, de lo
humano, por eso debe leerse tranquilamente jugando con el tiempo, que en estas
historias avanza y retrocede, es la madre o es el hijo que aparece en la
memoria sin estructuras rígidas, puesto que a través de ellos, reconocemos
nuestro patrimonio cultural, a su gente, rescatando un tiempo de vida de
ciudad.
[1] Psicólogo-Teatrista. Miembro
Correspondiente de la Academia Chilena de Bellas Artes, Instituto de Chile.
[2] Dibujos
de caritas con expresiones.
[3] Nombres
propios que los usuarios crean y utilizan para identificarse en redes sociales.
[4] Humor
visual con textos divertidos que complementan la imagen.
[5] Escrito
a propósito, chilenizado.
[6] En
libro Cavancha en el recuerdo (2003) Autor: Torres Peña, Ricardo. Capítulo
V “Los Manzos, Brantes, Andia, López, Mir, Arcos y Elizondo”, páginas
66-69
[7] En
Facebook publicadas como “Las Peripecias de
Félix”: https://www.facebook.com/groups/774567835966131/?fref=ts
[8] Casona
ubicada en calle Pedro Lagos entre Grumete Bolados y Freddy Taberna, hoy
ocupada como cuartel de Carabineros de Chile.
[9] Hora
del té.
[10] Bichero es sinónimo de gancho.
[11] Ubicada a un costado del Estadio de Cavancha
por calle Tadeo Haencke. Villa Olímpica inaugurada como albergue para el
Mundial de Caza Submarina del año 1971, posteriormente las casas fueron
vendidas a las familias de pescadores de la península de Cavancha.
[12] 18 de octubre de 2001, naufragio de la
embarcación frente a la playa Buque Varado, Iquique.
[13] Apellidos del abuelo croata.
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